lunes, 18 de abril de 2011

Carta de V a H, 18 de abril de 2011

Comenzaré contándote que nunca dudé que sé nadar muy bien y que quizás no tenga sentido recordar esa tormenta de playa vacía, cuando la niebla y el viento lo llevaron todo. Era una mañana del 2006, M no había bajado al desayuno, tal vez por su mala noche. Esperé demasiado soportando los granos de arena que entraban en mis ojos, sé que había amanecido hacia mucho tiempo y que al no tener reloj no podía precisar la hora, pero el viento sopló desconsideradamente y si antes tenía pocas cosas en ese momento me quedó solamente una colección de servilletas.

Era común que nos escribiéramos más seguido, después fueron excusas de viaje, de tiempo, de pereza por ir al correo, yo prefiero quedarme sentada esperando a los bárbaros para saber con qué propuesta belicosa vendrán, esto está claro y no deja de ser saludable.

Sí será como aquella tormenta de la que M nunca se enteró, después supe y perdoné, porque lo suyo había sido la salud y su viento interno había sido de más de 290 km por hora.

Debe estar anocheciendo en tu casa y esperar es como hacer el muerto en el agua, sólo retorcerse hasta que el aire se termine, M ya no está para decirle que te escriba y que sus manos sepan guardar silencio.



PD. Opino que si hay tormenta voy a meterme debajo de un árbol y que me parta un rayo.



V

domingo, 3 de abril de 2011

Carta de Lucas a M. 3 de abril de 2011

Querido M:

Quién escribe cartas hoy en día. Lo sabemos. Pero escribir ayuda, porque escribir es ver. Escribir es darse cuenta, poner las cosas en claro. Ha habido momentos de oscuridad. La tarde declina más allá de la ventana. La luz deja un extraño aroma a azahar en esta provincia. No sé si lo recuerdas. La noche se extiende por el papel, escribo, tacho, remedo, una tras otra cada palabra. Nunca se me dio bien. V. y tú bien que os reíais cuando le escribíamos a S. Entra la noche por mis pulmones, la aspiro, inhalo noche, exhalo noche. El silencio acrecienta el vacío de  mi corazón. Ni siquiera los coches pasan, todo está imbuido en una extraña sensación de quietud y de vacío. Pero el vacío está lleno de la noche, de esa noche farragosa que no deja lugar para otras cosas. Noche de los sentidos y de la razón. 

Tanto tiempo sin escribirte. Te preguntarás por qué te escribo precisamente ahora. Por qué escribo así, y no sé cómo decírtelo. Tal vez me esté escribiendo a mí mismo. Pero es así como la noche me permite escribir. Me permite dejarte la sensación pero no el hecho, la anécdota que lo desencadena. Tal vez pueda al final relatarte los hechos.

Tal vez cuando salga el sol.

A la espera del alba, Lucas.

P.D.: ¿Encontraste las señas de V.? Encontrarás sus viejas cartas en el cajón de la cocina.